martes, 13 de marzo de 2012

Pablo y Virginia

Resumen

En 1726 un joven de Normandía, el señor de La Tour llego a la isla de Mauricio con su esposa embaraza y la criada de esta. Las dejó en Puerto Luis y se embarcó para Madagascar con la esperanza de comprar algunos negros y volver con prontitud aquí para establecer una propiedad. Desembarcó en Madagascar en la época del mal tiempo que empieza a mitad de octubre; y poco después de llegar murió a causa de las fiebres. Su mujer, que se había quedado en la Isla de Francia, se encontró viuda, embarazada, y sin otro bien en el mundo que una  negra, en un país donde no tenía ni crédito ni recomendación. No queriendo solicitar nada de ningún hombre tras la muerte del que únicamente había amado, su desgracia le dio valor. Resolvió cultivar con su esclava un pequeño trozo de tierra, a fin de procurarse el sustento.

En ese lugar, desde hacía un año, vivía una joven llena de vida, buena y sensible, se llamaba Margarita. Había nacido en Bretaña en el seno de una modesta familia de campesinos, que la quería y que la hubiera hecho feliz, si no hubiera tenido la debilidad de dar crédito al amor de un hombre noble de su entorno que había prometido desposarla, pero, éste, una vez satisfecha su pasión, se alejó de ella, y rehusó asegurarle el mantenimiento del hijo que esperaba de él. Decidió entonces abandonar para siempre el pueblo en el que había nacido e ir a esconder su falta a las colonias, lejos de su país, donde había perdido la única dote de una muchacha pobre y honesta, la honra. Un viejo realizó la explotación comercial de dichas colonias. En nuestro texto, el término Indias siempre hará referencia a Indias Orientales. Un viejo negro, que había adquirido con algún dinero prestado, cultivaba con ella un trocito de estos terrenos.

La señora de La Tour, seguida por su negra, encontró en este lugar a Margarita dando de mamar a su hijo. Le encantó dar con una mujer en situación que juzgó semejante a la suya. Le habló en pocas palabras de su antigua condición y de sus necesidades actuales. Margarita se conmovió por el relato de la señora de La Tour; y, queriendo hacerse merecedora de su confianza antes que de su estima, le confesó sin alterar nada la imprudencia de la que había sido culpable.

Margarita: Yo,  he merecido mi suerte; pero usted, señora..., usted..., ¡prudente y desdichada!

La señora de la Tour: ¡Ah! Dios quiere acabar mis penalidades, ya que le inspira hacia mí, que le soy extraña, mayor bondad que la que nunca encontré en mis padres

Al poco tiempo la señora de la Tour dio a luz a una niña que le dio por nombre Virginia. Virginia creció al lado de margarita y su hijo pablo y se criaron como hermanos. La bondad natural de aquellos niños se desarrollaba día a día. La vida de estas familias, evangélicamente inocentes, siguió deslizándose por la senda de la felicidad. Desgraciadamente, eso no duró mucho.
Virginia cambió de carácter: andaba triste, soñadora y se ruborizaba al ver a Pablo; éste no comprendía una palabra del asunto; solamente infería que su hermana no lo quería tanto, pues no se dejaba abrazar ni besar como antes. Margarita al notar le decía a la señora de la Tour:


Margarita: ¿Por qué no casamos a nuestros hijos? Sienten el uno por el otro una pasión extremada de la que mi hijo no se da cuenta todavía. Cuando la naturaleza le haya hablado, vano será que los vigilemos. Se puede esperar lo peor.

La señora de la Tour: Son demasiado jóvenes y demasiado pobres. Qué pesar para nosotros si Virginia trajera al mundo unos hijos desgraciados, que quizá no tuviera la fuerza de educar. Pero si hacemos ir a Pablo a la India por un tiempo, el comercio le proporcionará con qué comprar algún esclavo; y a su regreso lo casaremos con Virginia, porque creo que nadie puede hacer a mi querida hija tan feliz como tu hijo Pablo.

La madre de Virginia se dio a pensar, por aquella época, en que convenía separar a su hija de Pablo y habló a éste de un viaje a la India.

Pablo: ¿Por qué quiere que deje mi familia por no sé qué proyecto de hacer fortuna? Si queremos comerciar, ¿no podemos hacerlo llevando de aquí a la ciudad lo que nos sobra, sin que vaya a recorrer las Indias? Nuestras madres me dicen que Domingo está viejo y encorvado; pero yo soy joven y me hago más fuerte cada día. Sólo faltaría que les ocurriera un accidente durante mi ausencia, sobre todo a Virginia, que ya está delicada. ¡Oh, no, no! No sabría decidirme a abandonarlos

La señora de la Tour: Está bien, joven obediente, no vayas

A la señora de la Tour le llego una carta de su tía, que decía que estaba en peligro de muerte y le ordenaba enviar a Virginia a la que destinaba una buena educación, un partido en la corte y la donación de todos sus bienes. Margarita afligida le dijo:

Margarita: ¿Podría dejarnos ahora?

La señora de la Tour: No, amiga mía; no, hijos míos no os dejaré. He vivido con vosotros, y con vosotros es con quien voy a morir.

A la señora de La Tour no le desagradaba encontrar una ocasión de separar por algún tiempo a Virginia y a Pablo, procurándoles así un día su felicidad mutua. Llevó a su hija aparte y le dijo:

La señora de la Tour: Mi niña, nuestros criados son viejos; Pablo es muy joven, Margarita ya va teniendo edad, yo ya tengo achaques; si me fuera a morir, ¿qué sería de ti, sin fortuna en medio de estos desiertos? Te quedarías, por tanto, sola, no teniendo a nadie que pueda serte de gran ayuda, y estarías obligada, para vivir, a deslomarte trabajando la tierra sin descanso. Esta idea me rompe el corazón

Virginia: Dios nos condenó a trabajar. Usted me enseñó a trabajar, y a bendecirle cada día. Hasta ahora no nos ha abandonado, y de ningún modo nos abandonará todavía. Su providencia cuida sobre todo de los infortunados. ¡Usted me lo ha dicho tantas veces, madre! No sabría decidirme a dejarla.

La señora de la Tour: No tengo otro proyecto que hacerte feliz y casarte un día con Pablo, que no es tu hermano. Piensa ahora que su fortuna depende de ti. Mi niña, no quiero contradecirte en modo alguno; piénsatelo con calma, pero oculta tu amor a Pablo. Cuando le han robado a una joven el corazón, su amante ya no tiene que pedirle nada

Virginia: Si es la voluntad del Señor, no me opongo a nada. ¡Que se haga la voluntad de Dios!

Pablo, con el corazón roto al ver estos dones de la fortuna que le presagiaban la marcha de Virginia. La tristeza de Pablo aumentó por esto. Margarita, afligida por la situación de su hijo, le dijo aparte:

Margarita: ¿Por qué, hijo, alimentarte de falsas esperanzas, que hacen las privaciones todavía más amargas? La señorita de La Tour pertenece, por su madre, a una pariente rica y de condición; en cuanto a ti, no eres más que el hijo de una pobre campesina, y, lo que es peor, eres bastardo

Pablo: ¡Oh, madre mía! Ya que no tengo otros parientes en el mundo que usted, la amaré aún más. Pero ¡qué secreto acaba de revelarme! Veo la razón que aleja de mí a la señorita de La Tour desde hace dos meses, y que la decide hoy a marcharse. ¡Ah, sin duda me desprecia!

Llegada la hora de la cena, se sentaron a la mesa, donde cada comensal, agitado por una pasión diferente, comió poco y no habló ni una palabra. Virginia fue la primera en salir y Pablo la siguió poco después.

Pablo: Señorita, se marcha, dicen, dentro de tres días. No teme exponerse a los peligros del mar... ¡de ese mar que la espanta tanto!


Virginia: Me es preciso, obedecer a mi familia, a mi deber

Pablo: Nos abandona, ¡por una pariente lejana que no ha visto nunca!

Virginia: Ay yo quería quedarme aquí toda mi vida; mi madre no ha querido. Mi confesor ha dicho que la voluntad de Dios era que me marchara, que la vida era una prueba... ¡Oh! es una prueba muy dura

Pablo: Que, tantas razones le han decidido y ninguna le ha retenido ¡Ah! Aún hay algunas que no me ha dicho. ¿a dónde quiere ir? ¿Dónde formará una pequeña sociedad más encantadora que ésta que la quiere? ¿Cómo vivirá sin las caricias de su madre, a las que está tan acostumbrada? ¿Qué será de ella, ya mayor, cuando no la vea a usted más a su lado, en la mesa, en la casa, en el paseo donde le servía de apoyo? ¿Qué será de la mía, que la quería tanto como a ella? ¿Qué les diré yo a una y a otra cuando las vea llorar por su ausencia? ¡Cruel! Y no le hablo de mí, pero ¡qué será de mí cuando ya no la vea con nosotros por la mañana y cuando venga la noche sin que estemos juntos!

Virginia: Por ti, me marcho... por ti, viéndote cada día encorvado en el trabajo para alimentar a dos familias débiles. Si me he prestado a la oportunidad de hacerme rica, es por darte multiplicado por mil el bien que nos has hecho. ¿Hay fortuna digna de tu amistad? ¿Qué me dices de tu origen? Ah, si aún me fuera posible darme un hermano, ¿acaso escogería otro que no fueras tú? ¡Oh, Pablo! ¡Oh, Pablo! ¡Me eres mucho más querido que un hermano! ¡Cuánto me ha costado poder rechazarte! Quería que me ayudaras a separarme de mí misma hasta que el cielo pudiera bendecir nuestra unión. Ahora, me quedo, me voy, vivo, muero; haz lo que quieras de mí.

Pablo: ¡Muchacha sin valor! ¡He podido resistir a tus caricias y no puedo soportar tu dolor!

Ante esas palabras, Pablo la tomó en sus brazos y, manteniéndola fuertemente apretada, exclamó con una voz terrible:

Pablo: Me voy con ella; nada podrá separarme

La señora de la Tour: Hijo mío, si nos deja, ¿qué será de nosotras?

Pablo: Hijo mío... hijo mío. ¡Usted, mi madre!, ¡usted que separa al hermano de la hermana. Aprendimos de usted a amarnos; los dos nos lo hemos dicho mil veces. ¡Y ahora la aleja de mí! La envía a Europa, a esa tierra extranjera que le negó un refugio, y a casa de unos parientes crueles que incluso la abandonaron. Me dirá: No tiene ningún derecho sobre ella, no es su hermana. Ella lo es todo para mí, mi riqueza, mi familia, mi nacimiento, todo mi bien. No conozco otro. No hemos tenido más que un techo, que una cuna; no tendremos más que una tumba. Si se va, tengo que seguirla. ¡Madre inhumana! ¡Mujer sin piedad! ¡Ojalá este océano al que la expone no se la devuelva nunca! ¡Ojalá sus olas le devuelvan mi cuerpo y, haciéndolo rodar con el suyo, los guijarros de estas orillas le den, por la pérdida de sus dos hijos, un motivo eterno de dolor

Virginia: ¡Oh, amigo mío! Pongo por testigos a los placeres de nuestros primeros años, a tus males, a los míos y a todo lo que ha de unir para siempre a dos desdichados, de no vivir más que para ti si me quedo; si me voy, de volver un día para ser tuya. Os tomo por testigos a todos vosotros que me habéis criado de niña, que disponéis de mi vida y que estáis viendo mis lágrimas. Lo juro por el cielo que oye, por este mar que debo cruzar, por el aire que respiro, y que nunca mancillé con la mentira.

Al día siguiente Virginia se había ido. Pablo devastado por su partida dijo:

Pablo: Al menos, si me hubiera despedido de ella, estaría ahora tranquilo. Le hubiera dicho Puesto que no estoy ya destinado a volver a verla, ¡adiós, mi querida Virginia! ¡Adiós! ¡Viva lejos de mí contenta y feliz!

Pasaron dos años, pablo vivió triste y solo, se alejo de su familia. La señora de la Tour le sugirió que siguiera adelante, que no sufriera, para pablo no la escuchaba y se regocijaba en su dolor. Un día domingo le lleva una carta a la señora de la Tour, era de Virginia, en donde le decía que regresaba ya que su tía abuela la quería casar y ella se oponía y que su llegada se destinaba hoy. Pablo al escuchar esto, sale hacia el puerto, domingo y la señora de la Tour, salen detrás de él. Pero desgraciadamente un huracán intercepta el barco donde se encontraba Virginia cerca del puerto. Pablo al ver esto quiso ir en rescate de su amada pero domingo lo retuvo porque él podría morir y al acabar la tempestad, pablo y domingo sacan el cuerpo de Virginia del mar y lloran su muerte.

Todos lloraron la muerte de Virginia. Pablo no quería vivir sin su amada, soñaba que la veía, pero al despertar se daba cuenta que todo era un sueño y gritaba su nombra.

Pablo: Virginia……..Virginia

Pablo al poco tiempo después,  no soporta su dolor y muere. La señora de la Tour y margarita quedan solas y desoladas.

Fin           

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