sábado, 16 de junio de 2012

La Candida Erendira


Características y denotación en la novela:
  • El tiempo se presenta como cíclico: “Solo para dar cuerda a los relojes necesitaba 6 horas.”
  • Elementos mágicos no explicados: “y se quedó fascinada con las franjas de la luna de un pescado que paso navegando en el aire de la tormenta.”
  • Considera la transformación de lo común a lo cotidiano: “la abuela prostituyo a Eréndira por todos los pueblos.”
  • Aprecia el contenido de la novela en representaciones de mitos y leyendas: “Eréndira nunca hablaba sino por motivos ineludibles pregunto: ¿que día era el sueño? Respondió: jueves entonces eran malas noticias.
  • Demuestra lo sensorial como parte real de los hechos: “oyó los ladridos del viento.”
  • El fenómeno de muerte es tomado en cuenta en toda la novela: “Regaba los yerbajos desérticos de la tumba de los Amadises”
  • Interpretan los personajes irreales en cada letra de la novela: “Un chorro de sangre expulsada a alta presión e salpico la cara: era sangre deosa, brillante y verde igual que la miel de menta.”
Paola López.

Resumen de la novela Cándida Eréndira:

Eréndira es la nieta que había cumplido apenas los catorce años, vivía sólo con su abuela en un enorme mansión extraviada en el desierto. El único animal de plumas que puede sobrevivir allí era un avestruz raquítico. La nieta atenía a su abuela que necesitaba ayuda con todo, a causa de su grandeza e inmovilidad. Normalmente necesitaba dos horas cada día para arreglar la anciana. No podía caminar sin ser apoyada de la nieta. Eréndira era lánguida y de huesos tiernos y demasiado mansa por su edad. Era la sola sobreviviente, con la abuela, de la familia de origen legendaria contrabandista que se llamaba Amadís.
Eréndira no decía mucho a la abuela, por lo general solo:
"Sí, abuela."
El día en que empezó su desgracia la abuela vio que Eréndira se volvió a dormir caminando y le dijo a Eréndira, ella se excusó:
"Es la costumbre del cuerpo."
El ambiente de la mansión y del desierto se describe cómo aislado y la vida de las dos cómo una existencia rutinaria. Por una desgraciada casualidad, cuando Eréndira se durmió con un candelabro ya encendido, se hizo fuego en la mansión, la gente del pueblo trató de rescatar los restos del desastre. Pero no quedó mucho. La abuela empezó inmediatamente el trabajo de hacer a Eréndira que pagar su negligencia. El medio fue venderla a los hombres.
El primero cliente fue un viudo del pueblo que era muy conocido en el desierto porque pagaba a buen precio la virginidad. Cuando no hubo en el pueblo ningún otro hombre que pudiera pagar algo por el amor de Eréndira, la abuela la llevó en un camión de carga hacia otros pueblos y regiones. Eréndira tuvo que pagar por el viaje haciendo amores con el carguero del camión. Este encuentro fue una buena experiencia para Eréndira, porque al carguero le gustó ella y ella también gustó de él.. La abuela comenzó a arreglar a Eréndira. Le pintó la cara con un estilo que había estado de moda en su juventud:
"Los hombres son muy brutos en asuntos de mujeres."
En un tenderete la abuela instaló una estera y Eréndira. Un hombre del correo nacional pagó por los servicios de Eréndira por narrando de ella a otros hombres que él encontró por su trabajo. Fue un trato de éxito. Detrás de los hombres vinieron mesas de lotería, puestos de comida y un fotógrafo en bicicleta que instaló frente el campamento una cámara de caballete con manga de luto. Con el paso de los meses la abuela fue menos severa con el pago del dinero y empezó por admitir que los hombres completaran el pago con medallas de santos, reliquias de familia, anillos matrimoniales y todo cuanto fuera capaz de demostrar. La abuela tuvo suficiente dinero para comprar un burro y entonces fue posible buscar otros lugares para cobrarse la deuda.
En San Miguel del Desierto encontró a Ulises, el hijo de un contrabandista holandés. Ulises era un adolescente dorado, de ojos marítimos y solitarios, y con la identidad de un ángel furtivo. Cuando él visitó a la carpa de Eréndira, los jóvenes se gustaron. Se quisieron. Por Ulises Eréndira era la primera mujer con quién él hacia el amor.
En la misma ciudad había una casa de misioneros. Como Eréndira era menor de edad les dijeron a la abuela que querian ponerla bajo su custodia, o tendrian que recurrir a otros métodos. Una noche cuándo la abuela y Eréndira dormían, unos hombres mandados por los misioneros, la llevaron al convento de la misión. Eréndira no perdió ni una noche de sueño desde que la llevaron al convento. Ella vivía descubriendo otras formas de belleza y de horror que nunca había imaginado en el mundo en el estrecho de la cama. Ella fue feliz con las nuevas experiencias.
La abuela intentaba rescatar a la nieta de la tutela de los misioneros. Ella recurrió a la autoridad civil, pero el alcalde le dijo que no podía hacer nada, los padrecitos, de acuerdo con el Concordato, tenían el derecho a quedarse con la niña hasta que sea mayor de edad o hasta que se case. La abuela buscó ayuda de unos contrabandistas, diciendo que era la Dama de Amadís el grande. Pero el hombre contrabandista con quien ella platicó, no conocia siquiera a los Amadises, ni quiso atravesarse en las cosas de Dios. La solución era pagar a un muchacho de pelo indio veinte pesos para que se case a Eréndira. Cuando a Eréndira se le preguntó cuál era su voluntad libre, ella respondió, que no quería casarse con el indio, sino irse con la abuela.
Cuando Ulises volvió a casa tenía un sucesor del tiempo en el desierto. Tocando cosas de vidrio, por ejemplo una jarra de cristal, la jarra se volvió azul. La madre guajirana de Ulises, le dijo que esas cosas sólo suceden por amor. El padre de Ulises no sabía guajiro y la madre no sabía holandés. Entonces Ulises podía mantener una conversación distinta con cada uno de los padres. Ulises no quería hablar sobre Eréndira con su madre, aunque ella entendía que había alguién. Ulises no podía dormir tratando de dominar el dolor de los recuerdos, hasta que el propio dolor le dio fuerza. Se fugó de la casa en la camioneta cargada de pájaros. Viajó por el desierto el resto de la noche y al amanecer preguntó por pueblos y rancherías cuál era el rumbo de Eréndira. Al tercer día se encontró con un hombre del correo nacional, y éste le indicó que la abuela y Eréndira se dirigían hacia el mar con la intención de la abuela d irse para la isla de Aruba.
Cuando Ulises la encontró tentó a Eréndira a huir con él al otro lado de la frontera. Mostró a Eréndira una naranja de la caja de caudales de su padre. En su interior era clavado un diamante legítimo. También le mostró una pistola y le dijo que tenía la camioneta. Eréndira después de unos días se decidió para siempre alejarse de la abuela. Se escaparon hacia el desierto. Esa vez la abuela recurrió de inmediato a la autoridad civil. El comandante del retén decidió atrapar los fugitivos. En una camioneta militar viajaron el comandante, la abuela, el padre de Ulises y unos agentes armados. Antes de la mediodía empezaron a ver las plumas de los pájaros de la camioneta de Ulises que pasaban en el viento. Los fugitivos fueron capturados y el tercer periodo de esclavitud comenzó para Eréndira., todavía con la cadena de perro en el tobillo.
El punto de vista de la abuela era, que Eréndira no se puede quejar:
"Tienes ropas de reina, una cama de lujo, una banda de música propia, y catorce indios a su servicio. ¿No te parece espléndido? Cuando yo te falte, ni quedarás a la merced de los hombres, porque tendrás tu casa propia en una ciudad de importancia."
Eréndira contestó, cómo siempre:
Sí, abuela.
Sin embargo, Eréndira no emitió un suspiro que permitiera vislumbrar su pensamiento. Se sometió en silencio al tormento de la cama cuando la abuela le cantaba la visión de futuro como si la estuviera descifrando en las barajas.
Una noche la abuela pasó todo el tiempo hablando sin soñar sobre sus nostalgias del Caribe y capitanes de los buques que mandarán postales de todos los puertos del mundo. Eréndira pensaba en Ulises y llamó con toda la fuerza de su voz interior:
¡Ulises!
Ulises despertó de golpe. Había oído la voz de Eréndira con perfecta claridad. Se decidió salvarla de su desgracia.
La última vez tuvo éxito. Pero no sin molestias. Al primero intentaron matar a la abuela con una libra de veneno para ratas revuelto con nata de leche y mermelada de frambuesa. Sólo resultó en que la abuela perdiera los pelos. Al segundo Ulises utilizó un detonante. Resultó en una peluca chamuscada y la camisa en piltrafas, pero la abuela estaba más viva que nunca. Al tercero Ulises le mató con el cuchillo de destazar.

Ámbar Viloria.


Interpretación de la novela:

Eréndira es una chica de 14 años, que vive con su abuela en una enorme mansión extraviada en la soledad del desierto.
La niña cansada de sus labores realizadas, puso el candelabro en la mesa y se durmió. Poco después, el viento de su desgracia volcó el candelabro contra las cortinas.
La joven ha causado un incendio y la casa ha sido totalmente destruida. Por lo cual la abuela le obliga que le pague todo y la lleva a prostituirse con todos los hombres del pueblo.
Posteriormente ella conoce a Ulises de quien se enamora, el cual hace todo para estar con ella incluso el llegar a cometer un homicidio.
En el desarrollo de los siguientes párrafos se demuestran diversos sentimientos, de los cuales prevalecen los siguientes:
Ambición por parte del viudo y de la abuela, Desesperación y miedo expresados por la joven Eréndira.
         —Mi pobre niña —suspiró—. No te alcanzará la vida para pagarme este percance.
Empezó a pagárselo ese mismo día, bajo el estruendo de la lluvia, cuando la llevó con el tendero del pueblo, un viudo escuálido y prematuro que era muy conocido en el desierto porque pagaba a buen precio la virginidad. Ante la expectativa impávida de la abuela el viudo examinó a Eréndira con una austeridad científica: consideró la fuerza de sus muslos, el tamaño de sus senos, el diámetro de sus caderas. No dijo una palabra mientras no tuvo un cálculo de su valor. La tormenta amenazaba con desquiciar la casa, y había tantas goteras en el techo que casi llovía adentro como fuera. La abuela se sintió sola en un mundo de desastre.
 Al final se pusieron de acuerdo por doscientos veinte pesos en efectivo y algunas cosas de comer. La abuela le indicó entonces a Eréndira que se fuera con el viudo, y éste la condujo de la mano hacia la trastienda, como si la llevara para la escuela.
 —Aquí te espero
—dijo la abuela.
  —Sí, abuela —dijo Eréndira.
  La trastienda era una especie de cobertizo con cuatro pilares de ladrillos, un techo de palmas podridas, y una barda de adobe de un metro de altura por donde se metían en la casa los disturbios de la intemperie. Puestas en el borde de adobes había macetas de cactos y otras plantas de aridez. Colgada entre dos pilares, agitándose como la vela suelta de un balandro al garete, había una hamaca sin color. Por encima del silbido de la tormenta y los ramalazos del agua se oían gritos lejanos, aullidos de animales remotos, voces de naufragio.

         Cuando Eréndira y el viudo entraron en el cobertizo tuvieron que sostenerse para que no los tumbara un golpe de lluvia que los dejó ensopados. Sus voces no se oían y sus movimientos se habían vuelto distintos por el fragor de la borrasca. A la primera tentativa del viudo Eréndira gritó algo inaudible y trató de escapar. El viudo le contestó sin voz, le torció el brazo por la muñeca y la arrastró hacia la hamaca. Ella le resistió con un arañazo en la cara y volvió a gritar en silencio, y él le respondió con una bofetada solemne que la levantó del suelo y la hizo flotar un instante en el aire con el largo cabello de medusa ondulando en el vacío, la abrazó por la cintura antes de que volviera a pisar la tierra, la derribó dentro de la hamaca con un golpe brutal, y la inmovilizó con las rodillas. Eréndira sucumbió entonces al terror, perdió el sentido, y se quedó como fascinada con las franjas de luna de un pescado que pasó navegando en el aire de la tormenta, mientras el viudo la desnudaba desgarrándole la ropa con zarpazos espaciados, como arrancando hierba, desbaratándosela en largas tiras de colores que ondulaban como serpentinas y se iban con el viento.
El cuento concluye cuando Eréndira iba corriendo contra el viento y ninguna voz de este mundo la podía detener. Ni siquiera la voz de Ulises.
Llego a tres conclusiones leyendo esto cuento. Primero que Gabriel García Márquez transmite mucho del ambiente colombiano - o latinoamericano, en sus textos. Segundo que el viento es un importante fenómeno para él.
Y tercero que la leyenda del contrabandista Amadís es un tema del autor. Creo que es posible conocer más de esto leyendo otras obras de García Márquez. Para mí los Amadis son nuevos, pero entiendo que es una saga familiar, aspecto relevante en diferentes ciclos de las obras de García Márquez. La versión más conocida en lengua de indios era que "Amadís, el padre, había rescatado a su hermosa mujer de un prostíbulo de las Antillas, donde mató a un hombre a cuchilladas, y la traspuso para siempre en la impunidad del desierto. Cuando los Amadís murieron, el uno de fiebres melancólicas, y el otro acribillado en un pleito de rivales, la mujer enterró los cadáveres en el patio".

Génesis Rivero.


Biografía del autor Gabriel García Márquez:






(Aracataca, Colombia, 1928) Novelista colombiano. Afincado desde muy joven en la capital de Colombia, Gabriel García Márquez estudió derecho y periodismo en la universidad Nacional e inició sus primeras colaboraciones periodísticas en el diario El Espectador.
A los veintisiete años publicó su primera novela, La hojarasca, en la que ya apuntaba los rasgos más característicos de su obra de ficción, llena de desbordante fantasía. A partir de esta primera obra, su narrativa entroncó con la tradición literaria hispanoamericana, al tiempo que hallaba en algunos creadores estadounidenses, sobre todo en William Faulkner, nuevas fórmulas expresivas.
Comprometido con los movimientos de izquierda, Gabriel García Márquez siguió de cerca la insurrección guerrillera cubana hasta su triunfo en 1959. Amigo de Fidel Castro, participó por entonces en la fundación de Prensa Latina, la agencia de noticias de Cuba. Tras la publicación de dos nuevos libros de ficción, en 1965 fue galardonado en su país con el Premio Nacional.
Sólo dos años después, y al cabo de no pocas vicisitudes con diversos editores, García Márquez logró que una editorial argentina le publicase la que constituye su obra maestra y una de las novelas más importantes de la literatura universal del siglo XX, Cien años de soledad.
La obra, en la que trabajó más de veinte años, recrea a través de la saga familiar de los Buendía la peripecia histórica de Macondo, pueblo imaginario que es el trasunto de su propio pueblo natal y al tiempo, de su país y su continente. De perfecta estructura circular, el relato alza un mundo propio, recreación mítica del mundo real de Latinoamérica que ha venido en llamarse «realismo mágico», por el encuentro constante de elementos realistas con apariciones y circunstancias fantasiosas. Esta fórmula narrativa entronca con la tradición literaria latinoamericana, iniciada con las crónicas de los conquistadores, plagadas también de leyendas y elementos sobrenaturales originados por el profundo choque entre el mundo conocido y la cultura de los españoles que emigraban y la exuberante y extraña presencia del continente latinoamericano.
Tras una temporada en París, en 1969 se instaló en Barcelona, donde entabló amistad con intelectuales españoles, como Carlos Barral, y sudamericanos, como Vargas Llosa. Su estancia allí fue decisiva para la concreción de lo que se conoció como boom de la literatura hispanoamericana, del que fue uno de sus mayores representantes.
En 1972 Gabriel García Márquez obtuvo el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, y pocos años más tarde regresó a América Latina, para residir alternativamente en Cartagena de Indias y Ciudad de México, debido sobre todo a la inestabilidad política de su país
Su prestigio literario, que en 1982 le valió el Premio Nobel de Literatura, le confirió autoridad para hacer oír su voz sobre la vida política y social colombiana. Su actividad como periodista queda reflejada en Textos costeños, de 1981, Entre cachacos, de 1983, compendios de artículos publicados en la prensa escrita, o Noticias para un secuestro, amplio reportaje novelado editado en 1996 que trata de la dramática peripecia de nueve periodistas secuestrados por orden del narcotraficante Pablo Escobar. Relato de un náufrago, reportaje sobre un caso real publicado en forma de novela en 1968, constituye un brillante ejemplo de «nuevo realismo» y refleja su capacidad para cambiar de registro.
En cine ha intervenido en la redacción de numerosos guiones, a veces adaptaciones de sus propias obras, y desde 1985 comparte, con el cineasta argentino Fernando Birri, la dirección de la Escuela Internacional de Cine de La Habana.

Miguel Bracho.